Las imágenes fotográficas de Isabella Berr aparecen como secuencias oníricas en un estado de letargo. Creados en el espacio público, casi como de pasada, sus espacios pictóricos son cuidadosamente seleccionados y las personas que están presentes se convierten inconscientemente en actores de su escenario. A través del desenfoque, Isabella Berr despliega deliberadamente una intensidad discreta en sus obras de aspecto misterioso, que evocan recuerdos de lugares y personas familiares en el espectador. Se aleja de la fotografía como reproducción técnica de la realidad y se acerca en parte a la pintura.